Paseando por Kamakura (鎌倉を散歩)
El año pasado, aproveché una de mis escapadas a Tokyo para pasar un día tranquilo paseando por Kamakura, que además de estar cerca de la capital nipona, es un sitio ideal para pasar un día haciendo fotografías y visitando templos. Si el tiempo acompaña (ni mucho calor, ni tampoco frío) como fue el caso, las horas pasan sin que te des cuenta, por lo que madrugar un poquito merece la pena.
Recomiendo que os bajéis en la pequeña estación de Kita-Kamakura, visitéis el cercano Engaku-ji y os dirijáis hacia el sur (hacia el centro de Kamakura) sin dejar de pulular por las decenas de templos y capillas que iremos encontrando. Además de las edificaciones, las sorpresas, que en realidad allí son cosas totalmente cotidianas, irán fluyendo a vuestro paso. Por ejemplo, encontré a una pareja haciendo Kyūdō, me recordaron a los chiquillos del club deportivo que conocí cuando me infiltré en un instituto japonés.
Como era un día de diario, no había mucha gente. Si acaso algún colegio de excursión visitando la zona, así que se estaba bastante a gusto. Al llegar al Jōchi-ji (aquí tenéis su ubicación en google maps, para orientaros un poco mejor) me encontré con otra de las gratas sorpresas que me deparaba el paseo de hoy. Había un montón de japoneses pintando, no solo el entorno natural era ideal, si no el ambiente de trabajo: relajado pero efectivo. Me planteé venirme aquí a trabajar los días que hiciera buen tiempo, pero luego me di cuenta que no había enchufes para mis cacharros. 🙂
Durante el paseo, los templos, santuarios, pequeñas capillas e imágenes de deidades no dejan de sucederse, en algunos caminos el bambú nos rodea como si fueran centinelas a nuestro paso, que parecen quejarse si el viento les empuja con más fuerza de la que a ellos les apetece. Paré a comer algo y tomar una bebida ya cerca de la estación de Kamakura y seguí mi caminar. Después de un buen rato andando por los alrededores, me dirigí hacia el templo Hasedera, que me gusta mucho, y allí me tomé otro descanso.
Ya para acabar, me dirigí al Gran Buda de Kamakura, cuando llegué había una excursión de un colegio todos uniformados como en los manga, organizándose para hacerse una foto de grupo frente al monumento. Me quedé observándoles un rato, con una sonrisa, era curioso ver cómo los ordenaban. Luego esperé a que se disolvieran para estar más tranquilo. Aquí fue en el único lugar de todo el paseo donde vi visitantes extranjeros.
Para terminar, antes de coger el tren de regreso, me dí un paseo por la playa, descalzo con los pies en el agua: nada más reconfortante… Enoshima se veía en la lejanía y su faro se encendió recordándome la hora que era. Fui a la estación mas cercana de la línea Enoden y después tomé el JR. Lo último que recuerdo es haber encontrado un lugar para sentarme en el tren tras el transbordo en Yokohama. Después, me quedé profundamente dormido…