La chica del tren

Wudang Shan

Hoy, como es miércoles, hablaré de uno de mis relatos fuera de Japón, este concretamente se sitúa en China en uno de esos viajes al interior del país… uno de esos viajes repletos de gratas sorpresas que te recuerdan las ventajas de viajar solo. Viajaba camino a los montes Wudang, en la provincia de Hubei (que no es un lugar de famosos monumentos pero ha resultado ser uno de los lugares con la gente más acogedora o los paisajes más impactantes de los que he estado.)

武当山

El caso es que para llegar hasta allí tuve que partir de Wuhan, la capital de la provincia y allí tomar un tren regional que se componía de vagones cama que consistían en un enorme pasillo en el que te ibas encontrado a un lado grupos de seis literas (sin puerta ni nada). Como no había más extranjeros en el tren (por lo menos en la clase barata que es la que yo escogí) desde el principio todo el mundo se fijó en mí pero nadie me dijo nada… nadie excepto una joven estudiante que sabía un poco de inglés (véase en la foto) y que había estado ya mirándome tímidamente un rato. Quería practicar inglés y no sabía cómo decírmelo… 😉

La niña del tren

Empezamos a hablar en «chinglish» y más o menos nos entendimos. Me comentó que su novio era de Wuhan y que venía de haber pasado el fin de semana con él en la capital, también me dijo que le gustaba practicar inglés pero no tenía con quién. Así mismo, me dió muchos consejos sobre el lugar al que me dirigía y para colmo, como la venían a buscar en coche unos familiares, se empeñó en que fuera con ellos y que así ya me dejarían en el hotel. Las horas pasaban en el tren y nuestra conversación las hacía parecer minutos, mientras la vida seguía desarrollándose en el vagón…

Train to Wudang

Cuando el tren paró en la estación de WuDangShan, bajamos y, al salir de la estación, tal y como la chica del tren me había dicho (no consigo recordar su nombre), allí estaban sus familiares. Me recibieron con una sonrisa y con un gesto me invitaron a entrar al coche. Durante el breve trayecto, que apenas duró unos minutos, haciendo uso mi escaso chino y mucho ingenio les hice saber mi nombre, que era español y que estaba no había venido al monte a hacer artes marciales, si no fotografías. Llegamos a una bocacalle peatonal y me hicieron señas de que entrara a un patio donde podría acceder al hotel. Les di las gracias y me bajé. (ya no les volvería a ver durante este viaje)

武当山

En el patio había un grupo de niños y niñas de entre 7 y 10 años jugando. Al verme se dirigieron a mí (se ve que no vienen muchos occidentales a este alojamiento) sin dejar de sonreir, yo dejé la mochila en un rincón y para jugar brevemente con ellos. Ellos no hablaban inglés, yo apenas hablo chino… pero nos entendimos perfectamente. Pasé al hotel y la persona que me atendió (que era otra joven de unos 20 años) también fue muy amable conmigo, aunque tampoco hablaba un inglés. Entre que nos entendíamos o no, los niños entraron en la recepción y simularon que también me atendían imitando a la recepcionista. Fue una situación muy simpática. No obstante, no me entretuve mucho más. Quería llegar a ver el atardecer al cercano lago Taichi, así que en cuanto conseguí la llave de mi habitación subí rápidamente para dejar la mochila… (continua aquí)

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